PERSEIDAS.

Estaban en una terraza de verano intentando excluir de su dieta el calor, era sofocante, y sonaban ya las campanadas de las doce de la noche.
Ella miraba al cielo como si se fuera a romper el cuello buscando ansiosamente las "lágrimas de San Lorenzo"; miraba a derecha, izquierda, intentando otearlas, aunque en realidad solo son partículas de polvo del tamaño de un grano de arena que deja atrás el cometa Swift-tuttle y que entran en contacto con la atmósfera.
- ¡Uyyy, qué bonitas las perseidas, qué belleza la lluvia de estrellas, habrá que pedirles un deseo, o dos!
El, despaciosamente, sacó del bolsillo del pantalón una pequeña cajita, la abrió y se la presentó rutilante:
-Yo si quiero pedirte un deseo, que seas mi estrella de por vida.


Foto extraída de la página: abc.es


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