¿Cuántas veces había encendido y apagado las velas de la capilla cuando era un monaguillo?
¿En qué cantidad de oportunidades tuvo que alumbrar el camino de sus hijos para que llegaran siempre a buen puerto?
¿En qué número de ocasiones tuvo que iluminar la cara de su madre cuando llegaba a verla después de una semana de ausencia?
¿En qué cantidad de oportunidades tuvo que alumbrar el camino de sus hijos para que llegaran siempre a buen puerto?
¿En qué número de ocasiones tuvo que iluminar la cara de su madre cuando llegaba a verla después de una semana de ausencia?
Ahora era la suya, su vela, la que se extinguía poco a poco; cada vez la luz era más tenue, y nadie pudo avivarla de nuevo.
Solo quedaron las espermas de cera derretida alrededor del pabilo apagado, como testigo mudo de una vida entregada a los demás; y su alma, en forma de fumata blanca, ascendió a lo más alto.
Foto extraída de la página: es.123rf.com |
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