EL RÍO DE LOS CANGREJOS ROJOS.

Bucear en el río que había al lado de la casa era una delicia en los albores del día, sobre todo en verano; los rayos de sol se filtraban pausadamente,  susurrando al agua, que la mañana estaba despertando.
Un abanico irisado se entreabría en el frío fondo, poco a poco, como si con una paleta de colores se dibujasen, pincelada a pincelada: las piedras, las algas, los troncos, el limo, los pececillos y esos cangrejos rojos pequeñajos que se estaban apoderando definitivamente  de la superficie de las rocas. Paso a paso, se desperezaba el lecho del río, y mientras miraba al cielo a través del agua, también despertaba mi libertad.


Foto extraída de la página: 20minutos.es



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