Estaba viendo ayer tarde/noche, ya las tardes son tarde/noches, la salida del Señor del Gran Poder desde la Catedral de Sevilla camino de su Basílica.
Majestuoso, el Señor en su paso navegaba por un mar de cabezas, pero también por un mar de móviles.
Todo el que tenía un móvil con una cámara más o menos buena, quería inmortalizar el momento de la salida, de la "revirá" o del andar, un poco más rápido de lo habitual, de las andas del Señor; había un sinfín de ellos de espaldas al Señor haciéndose un selfi.
Los móviles emergían de entre la multitud intentando plasmar una escena para la posteridad, buscaban el enfoque más adecuado, el lado más bueno del Señor, para hacer una foto; y lo que es más desolador aún, para realizar un vídeo detrás de la comitiva rozado y movido por los que, como el que grababa, iban detrás de las andas.
Una vez grabé un vídeo de una procesión en mi ciudad, en directo para el facebook, y cuando días después una persona lo compartió y lo vi, me pregunté detenidamente:
¿Valió la pena perderme esa "chicotá" y verla a través de la minúscula pantalla del móvil?
Pues ahora, todo, lo ven muchos a través del estaño y el óxido de indio que componen la pantalla.
¡Qué lástima de ocasiones perdidas!
Estas ocasiones perdidas, hacen que muchos puedan ver cosas, que no podrían ver si no fuera por estas ocasiones perdidas. Hay gente que se pierde cosas en favor de los demás, y algunos que desperdician ver cosas por grabar todo.
Todo debe tener una medida.
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Foto extraída de la página: elsiglodetorreon.com.mx |
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