El chico recogía cartones por las calles y las plazas de la ciudad, le servían para dormir arropado en cualquier esquina del barrio; cuando se iban deteriorando los iba vendiendo sacando unas perras para mal-alimentarse.
Así transcurría su vida en los suburbios de la gran urbe, hasta que una mañana encontró a una pequeña que pedía con una lata, sentada en el suelo, tenía un cartel que decía: para comprarme los libros del curso que empezaría en breve.
El zagal se quedó perplejo ante la triste mirada de la niña, se fue corriendo a la esquina donde tenía plantado su remozado dormitorio, agarró de un puñado los cartones que componían su habitación y se marchó corriendo al almacén de reciclaje.
Con el puñado de monedas que le dieron por su colchón y su edredón, se acercó a la chica y depositó en la lata lo que llevaba en la mano.
Igual que en Lucas 21, 1-4 ...Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, éste en cambio ha echado de lo que más necesitaba, todo cuanto tenía para vivir.
Si das lo que eres...
¿Qué más puedes dar?
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Foto extraída de la página: freepik.es |
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