Cuando empezó el paseíllo tenía presente que esa era una de las últimas oportunidades que tenía, si no la última.
Mientras escuchaba el pasodoble, por su cabeza pasaban las cornadas que había recibido en su trayectoria, cosa que no era para nada un buen augurio.
Era un torero que siempre ponía toda la carne en el asador; echaba, como se suele decir, "la pata palante" en cada uno de los lances que dibujaba, y eso, eso era muy peligroso, porque todos los toros no eran iguales,
El morlaco de nombre "deprimido" daba sus primeras vueltas recorriendo el ruedo; y el matador, se acercó a la raya de picadores con el capote abierto; le dio una, dos y tres verónicas con la rodilla genuflexa, para recoger al toro, y se estiró...
El astado no hizo ni pajolero caso al capote cuando se abrió a la verónica y su pitón fue derecho al triángulo de escarpa del diestro.
Esa fue la última cornada que le asestó la vida, estaba tan harto de vivirla, que con el último desgarro entregó definitivamente el aliento.
A veces la vida es mucho más dura que una corrida de toros si se va adelantando siempre la pierna.
![]() |
Foto extraída de la página: lostorosdanyquitan.com |
Comentarios
Publicar un comentario